Por alguna extraña razón las autoridades dominicanas tienen una vocación a hacerse los caprinos desquiciados con la firma de niños para jugar béisbol profesional.
Ya a los 11, 12 y 13 años los escuchas apalabran niños y entregan recursos millonarios a sus padres, para asegurar que una vez llegue la edad de firma, se vayan con un equipo de Grandes Ligas. Cuanto más joven, mejor será el precio que se pagará por él.
Esa avaricia viene de todos lados. Del padre o madre que está dispuesto a empeñar la vida de su hijo a cambio de dinero y para mejorar su valor permite que le inyecten sustancias que seguramente dañarán su salud. De los entrenadores y de los equipos de Grandes Ligas que reaccionan sorprendidos ante cualquier investigación, como si no se enteraran de las prácticas malsanas de muchos de sus empleados.
La misma extraña razón que aplica para las autoridades dominicanas, va para las estadounidenses que viven buscando con lupa cualquier traspiés de los sectores exportadores dominicanos, para acusarlos de situaciones sobredimensionadas. Pero negociar preadolescentes y adolescentes menores de edad a nadie parece preocupar. Eso es trata.